Hace mucho tiempo siete hermanas se separaron.
Durante mucho más tiempo estas siete hermanas y sus siete linajes fundaron la humanidad dispersadas por el planeta.
Hace mucho mucho tiempo, casi todos los humanos olvidaron de donde venían y se acostumbraron a escuchar sólo una frecuencia de la voz de Dios.
Cada tribu se volvió ciega y sorda a las otras frecuencias que no captan, y siempre entraban en las mismas dimensiones y conocían a los mismos seres superiores. Tanto los veían que pensaron que eran dioses, los únicos dioses.
Cada una de las tribus efectivamente percibía una parte de la realidad de Dios, pero no se dieron cuenta que sólo era una parte porque ellos no veían, no oían, no olían, no tocaban las otras partes de Dios.
Una de las siete hermanas que fundaron los siete linajes de la humanidad, se llamaba Sintonía…y fue la primera que se perdió mientras jugaba a rodar entre las piedritas de las laderas de un río. Su risa se confundía con el arrullo del agua que corría entre las piedras buscando fundirse con el océano y poco a poco el lenguaje del agua y el de sintonía se volvieron uno, pero pocos lo escucharon.
La segunda hermana, se llamaba Escucha, estuvo durante infinitos tiempos tan ensimismada en el Silencio que se fundió con él volviéndose oráculo invisible y certero para los peregrinos nómades de todos los tiempos.
Discreción, la tercera de las hermanas, muy cercana a Escucha, se dedicó a aprender el canto de los pájaros, y a través del sonido de éstos pudo contestar muchas preguntas desde el fondo de su corazón a quien, perdido en el devenir del tiempo virtual, anhelaba alguna respuesta que le abriría el camino, luego, a otra pregunta.
Complacencia, la cuarta hermana, disfrutaba de todo lo creado, fuera del origen que fuera, disfrutaba de todos los aconteceres, para ella no existía lo malo ni lo bueno, disfrutaba de las gentes, animales, plantas, minerales y cualquier fenómeno de la naturaleza, de la lluvia, truenos y relámpagos, de las montañas, ríos, mares y desiertos, del frío y del calor, disfrutaba tanto que para ella no existían peligros, se volvía invisible ante las desavenencias, así nada podía hacerle daño.
Inocencia la quinta hermana confiaba en todo y de todo se asombraba como una niña, y gracias a esa actitud, todos confiaban en ella. Con su sola presencia lograba que hombres y mujeres disolvieran sus culpas y le confesaran sus mas íntimos secretos, que ella guardaba celosamente en las ranuras de un árbol antiguo como la vida, tan antiguo que ya no se recuerda su nombre, aunque algunas abuelas dicen que se llamaba baobab.
Armonía la sexta hermana, conocía el sonido de las estrellas y astros de todas las galaxias y sabía que a través de esos sonidos, se creó todo lo que existe, partiendo del latido del corazón de todos los seres.
Renovación, la hermana menor era pequeñita como una mariposa tropical azul, y podía volar muy rápido por todos los rincones del planeta, haciendo que todo se renueve según las estaciones, removía todos los estancamientos, todos los miedos de las gentes, el miedo que era el padre de las envidias, los rencores, los afanes de poder. Gracias a la ligereza de su vuelo fue encontrando y reuniendo nuevamente a todas sus hermanas despertigadas por el mundo y juntas crearon un círculo muy unido, tanto, que crearon un nuevo rumbo a la existencia de los hombres que andaban perdidos cuando las hermanas estuvieron separadas.
Las hermanas reunidas un plenilunio danzaron y convocaron a los custodios de la Tierra. Éstos, hijos de su corazón, llegaron prestos al llamado. Habían aguardado el llamado durante un tiempo que se sentía infinito, pero nunca perdieron la esperanza de volverlas a ver. Los custodios de la Tierra relataron muchas historias y juntos contemplaron cómo la humanidad había perdido el rumbo dañando el corazón de la Tierra. Las siete hermanas invocaron a su madre y la Tierra despertó. Cuando lo hizo un temblor sacudió el planeta, las aguas se encabritaron, los vientos soplaron desbocados, donde hacía frío hizo calor. La Tierra escuchaba...
Cuando el relato de las eras y el advenimiento del presente culminó, el corazón de la Tierra palpitó tan fuerte que las estrellas se acercaron. Los AMANTES debían unirse de nuevo para cambiar el rumbo de la humanidad.
La Tierra madre de todas las hermanas y el Cielo, su padre, se reunieron una noche en una cueva profunda. El tiempo se detuvo y el movimiento cesó, todo quedó suspendido mientras los AMANTES volvían a reunirse escondidos en el misterio. Concebirían a una nueva hija y le darían el nombre de Futuro. En ella depositaron todo el conocimiento de las eras pasadas y un espacio vacío infinito en el que ella pudiera recrearse. En el corazón le pusieron la semilla de la esperanza y en su mente la luz de la consciencia. Futuro reposaría durante el día y cada noche volaría para abrazar a sus hermanas. De este abrazo surgirían todas las historias que ella tejería cada noche en sueños inventando el nuevo día.
Pero el padre Cielo antes de marcharse salpicó con su semen el agua de los océanos y los inundó de estrellas. De esta emanación nacerían nuevos hijos celestiales que se unirían con las hijas de la Tierra. Fuerza, Acción, Significado, Entendimiento, Dirección, Espacio, Tiempo y Materia, como luciérnagas salieron volando al encuentro de sus hermanas consortes.
Futuro esa noche tejió la primera estrofa de una nueva sinfonía.
A la segunda noche la tocó con la flauta que Sintonía y Fuerza crearon.
La tercera noche unió el sonido del tambor que Armonía y Acción inventaron.
La cuarta noche Escucha y Significado recordaron la música de sus sueños.
La quinta noche Complacencia y Entendimiento sintieron el placer de la música dentro de ellos.
La sexta noche Inocencia y Dirección danzaron a su son.
La séptima noche Renovación y Espacio inventaron una nueva historia.
La octava noche Discreción y Tiempo le concedieron un nuevo ritmo a la música.
La novena noche Futuro y Materia se unieron como amantes y se fusionaron bajo la nueva sinfonía.
La décima noche el nuevo mundo comenzó a moverse.